Quesos y sus beneficios

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Fresco, tierno, curado, cremoso, azul, ahumado… En el bocadillo, en la ensalada, en las tartas, con un vino o una cervecita, cocinado o fundido. El queso enamora, independientemente del tipo que sea. Se trata de un lácteo indispensable en la dieta de un gran número de personas. Pero ¿es saludable comerlo?

Aunque no todas las variedades poseen los mismos valores nutricionales, como derivado de la leche presenta todas las propiedades esenciales de ésta y sus beneficios. Este alimento es una gran fuente de calcio -aporta cerca del 65% de la cantidad que necesita el organismo- y es rico en proteínas de alta calidad biológica y vitaminas de los grupos A, D y B. «El queso brinda una gran cantidad de calcio a nuestro cuerpo. De hecho, está recomendado el consumo de este lácteo por ese gran aporte nutricional», afirma Felipe Serrano, maître fromager del restaurante Poncelet Cheese Bar de Madrid.

No sólo es delicioso sino bueno para todas las edades. Contiene grasas, sí, pero si se consume en cantidades moderadas y se combina con una vida activa será un gran aliado para proteger los huesos, mantener los dientes sanos y fuertes, reducir los riesgos de cáncer o mejorar el sistema cardiovascular, entre otros beneficios. «El nivel de grasa dependerá del tipo de animal del que proceda la leche. […]. Se trata de elegir el queso elaborado con la variedad de leche más adecuada a las necesidades de cada persona», continúa Serrano.

La elaboración del queso es una maestría inventada por el hombre hace siglos. En su afán por la conservación de la leche, que fermentaba con rapidez, surgió la creación de este manjar. Comenzó siendo un producto artesanal, pero la tecnología ha permitido alcanzar otra extensión, la industrial.

Actualmente, se elaboran en España más de 100 quesos diferentes, 28 de ellos con denominación de origen que garantizan una producción tradicional. Curiosamente nuestro país es el séptimo productor de quesos a nivel europeo y sin embargo, por mucho que se piense que entre nuestras fronteras se ingieren grandes cantidades de este producto, España ni siquiera se cuela entre los 10 primeros puestos.

El consumo medio de cada español se sitúa en 8,22 kilos por año, según fuentes del Ministerio de Agricultura. Mientras que la media del europeo alcanza los 17,2 kilogramos per cápita, siendo Grecia (37 kg.) y Francia (23 kg.) los líderes mundiales en su degustación.

Como todo producto perecedero requiere de unas medidas de conservaciónpara mantener el paraíso de aromas y sabores. Cuando su consumo es paulatino, hay que tener en cuenta que no se debe adquirir más de lo necesario. Pero si finalmente se ha comprado una cantidad excesiva, existen algunas pautas que ayudarán a preservar este alimento con todas sus propiedades.

La forma de mantenerlo variará según el tipo de queso. La fermentación de este alimento se estimula cuando la temperatura es alta y es más lenta con la temperatura baja. Así, por ejemplo, los quesos de corteza dura mantienen todas sus propiedades conservados entre los 10 y 12 grados y, sin embargo, los de pasta blanda necesitan entre 4 y 8 grados.

Si no se dispone de una bodega o una quesera, la parte baja del frigorífico será la mejor opción para evitar que el producto se agriete o se raje por las temperaturas muy frías. No hay que olvidar envolverlo previamente en film transparente. «En los cajones de las verduras de la nevera la temperatura no es tan baja y el queso no está expuesto a corrientes de aire. Además, para evitar que los más maduros se resequen es recomendable ponerles un trapo húmedo, que no mojado, o incluso nutrir la corteza con aceite de girasol», recomienda Serrano.

A la hora de degustarlo es fundamental retirarlo del frigorífico una hora antes para que tome temperatura ambiente. No hay que olvidar que el frío oculta el sabor original de este producto.

Resulta complicado partir algunos de estos lácteos. Las pastas de éstos tienen diferentes texturas y no es extraño que al cortarlo se pegue al cuchillo y otras muchas molestias. Esto es porque cada queso -blando o duro- precisa de un corte determinado y un utensilio específico.

Para las pastas blandas lo ideal es el hilo de acero o el cuchillo de filo abierto, mientras que para las duras habrá que emplear un cuchillo de filo liso con uno o dos mangos para hacer más fuerza, y nunca con sierra.

Debe rebanarse, además, según su forma. Los quesos redondos o cuadrados se seccionan desde el centro para obtener una cuña;_aquellos con forma rectangular se cortan en paralelo con respecto al lado más corto; los triangulares se presentan en tiras o en abanico y, por último, los de forma cilíndrica se guillotinan por la mitad para cortar de nuevo las mitades resultantes y obtener porciones triangulares. Los untables se ofrecen en pieza completa sin la tapa.

La clave para disfrutar de una cata de quesos, aunque depende de las preferencias personales, está en la armonía y el contraste de sabores y texturas de los alimentos. El pan, el vino, la cerveza, los frutos secos, las frutas desecadas y las frescas, la miel, las mermeladas, el membrillo, el pimentón, las anchoas y algunas verduras son grandes amigos del queso.

Sólo o acompañado, la degustación de este manjar es constante y cualquier época del año es buena. La primavera y el verano, cuando el ganado ha comido la hierba más fresca, son dos grandes momentos para disfrutarlo.

Sin olvidar, claro está, los sabrosos quesos de otoño e invierno (Vacherin Mont d’Or, Beufourt Alpage, Banon AOP, entre otros) y las características de este alimento cuyos valores nutricionales son una magnífica respuesta a las calorías que demanda el organismo con la bajada de las temperaturas. ¡A comer!

Fuente:  ElMundo.es